La llegada del Tren México–Querétaro no solo significa un avance en movilidad, sino una oportunidad para definir qué clase de ciudad se quiere construir.
En ese dilema, Querétaro enfrenta tensiones entre su vocación productiva y los intereses inmobiliarios de políticos y familias adineradas, que buscan transformar el paisaje urbano en función de sus negocios.
La Agencia Reguladora del Transporte Ferroviario (ARTF), que encabeza Adrián Lajous, tiene proyectado reabrir la tradicional terminal en Alcanfores, un sitio con historia, conectividad, patios para maniobras de trenes y 12 hectáreas reserva territorial.
Sin embargo, sectores políticos y grupos inmobiliarios ligados a viejas élites queretanas, impulsan llevar la terminal de nuevo Tren México–Querétaro, a terrenos de la Zona Militar ZM017, bajo el argumento de modernización, aunque fuentes oficiales señalan que la verdadera intención es revalorar predios y liberar suelo de esas familias, para desarrollos de alto valor.
Regeneración o especulación
Optar por Alcanfores detonaría una regeneración urbana en torno al centro histórico y zonas patrimoniales, como a la terminal de autobuses y, permitiría el rescate y modernización de otras avenidas dentro de la ciudad.
Más aún, conservaría la lógica ferroviaria de Querétaro, que ha sido clave en su desarrollo industrial.
Por el contrario, instalar la terminal en la zona militar significaría un gasto federal superior a 2 mil millones de pesos en infraestructura, afectando las vías de carga y accesos industriales incluida la Terminal Intermodal de carga.
Además, una conexión al campo militar entorpecería operaciones de carga y afectaría la logística intermodal.
La decisión trasciende un punto en el mapa: es una elección entre cuidar el tejido social y económico o someterse al juego de familias adineradas que ven la ciudad como mercancía.
