Quien ya se veía como mandamás de la SICT en un eventual gobierno de oposición es el excoordinador de Puertos y Marina Mercante, Guillermo Ruiz de Teresa.
¡Ah, cómo soñaba con su nuevo despacho! Incluso andaba organizando foros con empresarios del sector junto a Xóchitl Gálvez, como quien se pasea por la feria con globos y algodones de azúcar.
Amo y señor de una administración en puertos que parecía más una tragicomedia, el mejor conocido como Ruiz de T., que inició su carrera en tiempos de Echeverría de la mano de su compadre Emilio Gamboa Patrón, fue señalado como el maestro de las concesiones imposibles.
¡Y es que, se sabe, no resistía los “cañonazos” al estilo de Álvaro Obregón, y por eso no cesaban de dispararle millonadas de baterías por cada concesión, como en el caso de Veracruz!
Quienes conocen a Ruiz de T. aseguran que lideró una de las administraciones más memorables, pero no por buenas razones. En 2013, cuando llegó a Puertos y Marina Mercante, prometió que creceríamos en infraestructura a una capacidad de 530 mil toneladas.
¡Sí, leyó bien! Repetía esta cifra con tanta insistencia que muchos la creyeron, pero por cansancio.
Incluso convenció a Enrique Peña Nieto de que eso era verdad.
Pero la realidad es que para 2018, los puertos crecieron a duras penas a poco más de 132 mil toneladas netas en desplazamiento real, y ni de cerca siquiera a las 400 mil toneladas en capacidad.
Muchos proyectos quedaron tan inconclusos como los sueños de ser astronauta de un niño, y su joya de la corona, Matamoros, apenas se quedó con unas escolleras que hoy sirven para proteger un puñado de lanchas pesqueras.
Matamoros, al final de la administración de EPN, había hecho agua, literalmente.
El alivio para muchos empresarios fue casi celestial cuando el 2 de junio pasado quedó garantizado el fin de la historia política de Ruiz de T. (el inventor del método de “las juanitas” para hacerse de una diputación en 2009), porque no regresará, ahora sí que ni lo del año de Hidalgo.
Y es que resulta inolvidable su paso por el sector, porque fue un verdadero fracaso, digno de una tragicomedia de Shakespeare.
La nostalgia es tal que Ruiz de T. no puede olvidar tener a disposición los aviones de empresarios del sector portuario y marítimo para evitar los molestos aeropuertos. ¡Como todo un bon vivant de pacotilla!
¿Quién necesita hacer fila en el control de seguridad cuando puedes volar con estilo prestado?
Ahora se dice, sin saber si es cierto, que anda buscando refugio por los rincones en algunas organizaciones del sector portuario, junto a otros excompañeros priistas igualmente pintorescos, como Pedro Pablo Zepeda Bermúdez, el excoordinador de puertos que se volvió empresario granelero en Veracruz.
¡Vaya dueto de nostalgia política!