Sin decir ni “agua va”, el puerto de Progreso estrenó director el pasado lunes, y no fue cualquier cambio, fue un auténtico “switch” naval.
Felipe Solano Armenta pasó el timón a Jorge Carlos Tobilla Rodríguez, quien regresa por segunda vez a este puerto en medio de complicadas olas en tormenta, porque vuelve justo cuando el recinto recibió una suspensión judicial (amparo 1919/2025) para impedir su ampliación en 80 hectáreas.
Ambos almirantes, y también compañeros de armas, hicieron el cambio, que en la jerga de la Secretaría de Marina —encabezada por Raymundo Pedro Morales Ángeles— no es un capricho, sino una apuesta por la experiencia.
Desafíos portuarios
La estrategia de confiar más en el expertise también se ve con el regreso de la capitana de altura Marisa Abarca a la Dirección General de Puertos, donde Manuel Fernando Gutiérrez Gallardo también se anotó un “hit”.
Porque, seamos honestos, un capitán de fragata, corbeta o navío, o de lo que sea, puede ser un as en maniobras militares… pero en trámites portuarios, permisos, contratos y legislación, un experto portuario les lleva años de ventaja.
La brújula y el timón no reemplazan el conocimiento de cómo navegar los vericuetos legales y administrativos del puerto.
Lecciones portuarias
Solo basta mirar los grandes puertos de Europa y EE.UU., donde los directores suelen acumular 25 o 30 años de experiencia. Por eso no vendría mal replantear los relevos en las Asiponas cada bienio, porque empezar de cero cada dos años es como poner a un capitán novato a dirigir un transatlántico lleno de contenedores.
Claro que muchos marinos agarran callo en el mundo portuario, pero la realidad es que empiezan desde cero, y no todos logran adaptarse, y ejemplos hay varios.
Eso sí, lo que hace falta a más de uno es desempolvar el Manual de Carreño, porque ni los buenos días dan… pareciera que la cortesía es cosa de tierra firme.
